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miércoles, 13 de agosto de 2014

BALANCE DE BLANCOS Y VELOCIDAD DE OBTURACIÓN

Como ya he confesado más de una vez, este blog nació de la insistencia de un amigo que me animó a mostrar a los interesados mis cualidades literarias que, a buen seguro, no van a pasar de los dos premios literarios obtenidos durante mi paso por el colegio y en el instituto.

Pues este mismo amigo me incita, desde hace algún tiempo, a que me lance a otra afición que ultímamente parece centrar toda su atención y que es la fotografía. Insiste en que mis dotes de Sherlock Holmes de andar por casa, demuestra mi innata capacidad para fotografiar aquello que a otros se les pasa por lo alto pudiendo plasmar imágenes cuanto menos dignas de curiosidad.

No sé como me dejo enredar de esta forma....pero al final le he hecho caso y voy a dedicar este verano a descubrir qué tiene este mundillo que tanto envenena a quien lo prueba. Veremos en qué acaba el experimento.

Lo primero es hacerme con una cámara de tecnología apropiada; las de un solo uso no van a servir para sacar nada positivo de la experiencia y mi compacta, disponiendo de opciones y tecnología nada despreciables, se puede quedar corta para algunas lecciones que debo aprender.

Lo dicho;... llamé a mi "secuestrador oficial" y le pedí prestada su réflex que con gusto puso a mi disposición. Reconozco que el peso de aquel artefacto me hizo recular en un primer momento: mantener esa pieza tecnológica a la altura de mi cara me iba a obligar a ir previamente al gimnasio para desarrollar la musculatura necesaria en mis desinflados bíceps.

Una vez superada la reticencia fisionómica primera,  a por el segundo paso....buscar información adecuada para localizar como mínimo el disparador en el artilugio (ya no digo nada sobre los menús, botones, y mecanismos que parecen tener vida propia en cuanto accionas el "on"). Así que me dije "cuando uno tiene sed, se va directamente hacia un pozo" y me planté en la biblioteca municipal de mi ciudad donde encontré una maravillosa estantería solamente dedicada al tema y, tras una hora mirando con el cuello torcido los lomos para vislumbrar el nombre adecuado, este lunes salí de allí con un libro que tenía el atrayente título de "Domina tu cámara" (el látigo no lo traía...pero pensé seriamente en comprar uno)

Llevo ya algunas páginas leídas y me ha llamado la atención algo que ha dado para otra de mis conjeturas y que no me voy a reprimir en exponeros aunque, como muchas de ellas, no tengan ni pies de ni cabeza.

Al parecer el ojo humano (y el cerebro que es quien, en definitiva procesa las imágenes que llegan a través de él) siempre ve el blanco como blanco, independientemente de que la luz ambiental haga que los colores en realidad tiendan más a azulados o a rojizos (índice Kelvin mayor en un paisaje soleado de montaña nevada y menor en un atardecer). La cámara, sin embargo es totalmente objetiva con esta "temperatura de la luz" y percibe la luz y los blancos tal y como son en realidad,  por lo que se deben hacer ciertas alteraciones digitalmente en el procesamiento de la imagen para que la foto quede tal y como tu cerebro la "juzga" correcta.

Este mecanismo en la cámara, que enmienda lo que nuestros ojos no saben apreciar, se llama "balance de blancos".

Esto me hace reflexionar en el gran parecido que hay a la hora de percibir muchas de nuestras relaciones interpersonales ya que, en ocasiones, encontramos en nuestra vida a personas especialmente cálidas que nos muestran una luz espiritual fuera de lo estándar y, sin embargo, las tratamos como a cualquier amigo de esos que termina en el fondo de los armarios de los aprecios. De esta forma, independientemente de lo que nos aporte su particular forma de ser, acaban considerados igual que aquellos de mirada fría con los que "alternamos" en cualquier evento social.

Asimismo me he quedado fascinada con la utilidad del obturador de la cámara, cuya velocidad también podemos manipular para determinar el tiempo en que la luz del objeto fotografiado incide en el sensor. Si esa velocidad es demasiado alta, la fotografía quedará oscura (sub-expuesta) respecto a la escena real...si dejamos que el obturador quede mucho tiempo abierto la imagen quedará blanquecina (sobre-expuesta) y se eliminarán los contrastes naturales de aquello que queremos inmortalizar.

Curioso también si hago el mismo paralelismo de ideas sobre aquellas personas que decidimos que deben quedarse en nuestro recuerdo y que, por consiguiente, dejamos que entren a formar parte de nuestra historia: .....Si alargamos la relación más allá de lo que da de sí por su propia naturaleza, nos queda en el corazón una sensación de saturación que estropea la vivencia hasta hacerla asfixiante. En cambio, cuando el vínculo es muy intenso y no dejamos abiertos nuestros corazones lo suficiente (por miedo a los cambios que suponen o, simplemente,  por no prestar a nuestros sentimientos toda la atención nos pide), la relación nos deja un oscuro regusto de negrura que nos hace hasta dudar de si realmente mereció la pena disfrutar de la experiencia.

Mi conclusión sobre todo ello es que, ciertamente, ésto del mal llamado arte de la Fotografía (en mi opinión se acerca más a la categoría de ciencia empírica), tiene mucho de la filosofía de las pelis de indios los cuales, sin menospreciar la calidad de sus arcos y las flechas, deben conocer con profundidad la técnica de disparar acertadamente a un blanco balanceado tensando el arco lo suficiente para que el resultado final de la película sea del agrado del indio y luzca con un Oscar en su estantería sentimental particular.

Independientemente de si termino sabiendo usar el arco y las flechas, daría cualquier cosa por tener un corazón dotado de un buen fotómetro y balance automático de blancos...que me permita captar la verdadera luz de las personas que entren en mi vida, el tiempo que el obturador estime oportuno, para que quede una foto bien maja de lo vivido sin dar lugar a errores de exposición de ningún tipo.

Por cierto....aprovecho para felicitar en su cumpleaños a esa persona que me ha enseñado, como mínimo, que lo importante de una cámara no es la carcasa sino la calidad del sensor de su interior. Felicidades papá; tú si que has dejado buenas fotos!