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martes, 25 de noviembre de 2014

EL SONIDO DEL ÁRBOL QUE CAE EN SOLEDAD


No sabiendo cómo complicarme la vida aún más en un año especialmente duro para mí y que me está dejando las secuelas propias de unas pérdidas que aún lloro, se me ha ocurrido la gran idea de complementar mi formación con un postgrado en dirección Financiera que amenaza con hundirme del todo en el gran océano del cansancio anímico.

Con ello estoy dejado en dique seco muchas aficiones, amistades e ilusiones a la espera de disponer de ese tiempo maravilloso con el que me regalo para poder disfrutarlas como se merecen (y me merezco...claro). Entre ellas, como apunta un buen amigo, ha quedado varado mi interés por contaros esas conjeturas casi kafkianas que algunos de vosotros leéis de vez en cuando en este blog. Las entradas (con música o sin ella) que para mi eran parte de mi esencia, últimamente no fluyen como antes.

He de confesar que mi apego por escribir ha sido, en realidad, un necesidad interna que desde pequeña me impelía a plasmar sobre papel el torbellino de palabras que acudía a mi cabeza en cualquier situación por extraña que ésta fuera....subida en lo alto de la peña del patio de mis abuelos en el pueblo...en mitad de una clase aburrida de historia en el cole...sentada en un banco del parque mientras esperaba a una amiga o, incluso, en el puesto de helados mientras aguardaba mi turno para ser atendida.

Era como una marea profunda y arrolladora que no me permitía pensar en nada más por muy necesitada que estuviera de concentrarme en otros menesteres....las manos buscaban el lápiz y el papel para modelar con letras esos pensamientos que me pedían ser ordenados de alguna manera coherente y darles vida, por fin, con alguna forma material.

Igual que siempre, los pensamientos siguen acudiendo a mí para que los haga nacer mediante un parto que, he de reconocer, no me resulta ni duro ni complicado...es solo que ahora los pongo en su lugar y les pido que vayan haciendo cola ante la puerta de mis urgencias porque, ni me dedico profesionalmente a ésto (quién iba a pagar por este "brainstorming" desordenado?), ni puedo permitirme el lujo de atenderles primero cuando mi mente debe acometer otras tareas intelectualmente más lucrativas (el sueldo que me permite liquidar la hipoteca, por ejemplo).

Y este sentimiento de dejarlos protestando en la bandeja de entrada me hace tener otra reflexión aún más exigente y que, sin siquiera inmutarse, se salta los turnos de las demás y aparece obsesiva en las teclas del ordenador preguntándome reiteradamente qué pasa con aquellos pensamientos que no se cuentan y que quedan en la cabeza de pensador.

¿alguien ha ideado algo que, por el hecho de no mostrarlo, no ha llegado ni a existir? ¿existen la ideas y los nuevos conceptos cuando terminan no expresándose?... Y dejadme que vaya aún más lejos....existe el arte, la ciencia y la filosofía  si no se muestra públicamente?

No creáis que este razonamiento es originalmente mío....ya hace tiempo que surgió la duda entre los grandes filósofos sobre la objetividad o subjetividad de la realidad ante la simple cuestión de si en verdad hace ruido un árbol al caer cuando no hay nadie para oírlo...Algunos pensaréis que la solución del enigma es bastante más fácil que aquella cuestión de si fue primero la gallina o el huevo...pero ¿alguien me podría decir si existirían los sonidos si no existieran oídos?

Para Kant, por ejemplo, "el mundo objetivo" debía ser matizado por "el mundo según el observador" ya que lo que percibimos fuera de nosotros es una versión nuestra del mundo, independientemente de como sea éste en realidad. Para otros, el estrépito que causará un árbol al caer creará vibraciones en el aire independientemente de que alguien las pueda percibir o no.

Con ello también reflexiono (yendo aún más allá si me lo permitís) sobre si el arte que llevamos dentro es bueno o malo dependiendo de la crítica de aquellos a los que se lo mostramos....o si simplemente es grandioso porque así lo sentimos incluso antes de darle forma física para poder exhibirlo.

Yo soy de la creencia de la existencia de un mundo interior objetivo...ese que me hace soñar con cosas que son extravagantes para otros...que hace que me ilusione con naderías que gente más inteligente y cultivada que yo desecharía automáticamente....que me permiten otras formas de ver a mis amigos que van más allá de sus defectos o virtudes o que me hacen sentirlos cerca o lejos con independencia de las distancias geográficas cuantificables por la física.

Y para aquellos susceptibles que me creen en guerra con ellos por mis largos silencios, ya les digo que no estoy criticando el deseo de reconocimiento inherente a cualquier expresión artística ya que, cuando uno está ilusionado con su creación, el sentir una buena crítica (sobre todo si es constructiva) nos ayuda a alegrarnos internamente y redoblar nuestro empeño en crecer aún más y llegar más lejos.

Hablo de esas ideas, que muchas veces no mostramos por diversas razones y que todos entendemos que nada tienen que envidiar a lo públicamente expuesto...no solo en el arte...sino en los sentimientos también. Acaso el orgullo del padre callado no es tan bueno como la perorata de algunos progenitores a los que se les llena la boca de la excelencias de sus vástagos?...estremecen menos esos "te quiero" nunca dichos por ser inapropiados pero que nos inundan de una enegía maravillosa?...Es menos pasional y sincero un amor escondido tras la puerta de una habitación de hotel que el que muestran los amantes adolescentes por cualquier esquina del parque?

Yo no sé cuántos árboles han caído en vuestro bosque existencial, pero algo si que os puedo confirmar: todos los que cayeron en el mío, independientemente de que alguien lo haya visto u oído, han hecho el más intenso y maravilloso de los sonidos...(eso sí...de buen grado hubiera invitado a alguno de vosotros a estar presentes en tan magnífico espectáculo).