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martes, 21 de octubre de 2014

DETECTOR DE MENTIRAS

Por desgracia he acumulado en mi curriculum vital (ese que no tiene nada que ver con los años laborales computados para tu jubilación sino con el verdadero transcurrir de tu vida) una serie de decepciones sentimentales que han marcado de alguna manera mi forma actual de caminar por el mundo de las relaciones sociales.

Las historias, como todas la que componen nuestro recuerdo, son distintas; con nombres diferentes, y actitudes desiguales...unas tomadas con más o menos tremendismo, otras vividas con bastante más serenidad y capacidad de aceptación; pero todas ellas dejando sus singulares cicatrices en el alma y sus amargos regustos detrás del paladar del corazón.

Y tras las sensaciones dolorosas, enfados teatreros, negociaciones absurdas, dolores de espíritu y aceptaciones finales, uno piensa que no volverá a ocurrir...que la experiencia te va a alertar para no tener que pasar de nuevo por este agónico duelo del que, absurdamente, solo se saca aquello de "la cabeza caliente y los pies fríos" que decía Campoamor.

Pero mi ventaja (o esa mala suerte de la reiteración de que siempre te den las tortas en igual sitio) es que, a base de quedarte analizando varias veces la misma situación y de darle vueltas a la coincidencia de los desencadenantes, desarrollas un sentido especial para descubrir de los inicios de tan dolorosos sucesos.

En mi caso, he evolucionado hacia un sutil detector de mentiras que se ha construido en varias fases: La primera vez se trataba de percepciones en mi cerebro sobre que, lo dicho en determinados momentos, era totalmente opuesto de una conversación oída en un sitio a otra....lo dejaba pasar en la creencia de que, humilde de mí, lo había entendido mal.

En la segunda, fue una sensación menos tenue e indefinida....detecté rápidamente la incongruencia y esta vez no se me ocurrió echar mano de mi inseguridad;...algo no cuadraba y resultó que 2 + 2 terminó siendo 10. Esperé un tiempo prudencial para asegurarme de que hablábamos del sistema decimal y no del binario así que, en cuanto tuve fuerzas suficientes para asumir las consecuencias de levantar la liebre, saqué la baraja y, uno a uno, empecé a poner mis naipes sobre la mesa. 

Reconozco que mientras ponía carta sobre carta, deseaba desesperadamente estar equivocada...que todo fuera fruto de una mente muy escaldada ya por el pasado...lástima que, como de costumbre, terminaba odiando tener la razón a mi lado!. 

Tengo desde hace tiempo un amigo que insiste en afirmar que "cualquiera me engaña a mí!"...pone mi inteligencia por las nubes y pinta mi imagen como si del gran Sherlock Holmes se tratara. Nada más lejos de la realidad....Otros más recientes me llaman directamente CSI aunque la pericia en encontrar huellas invisibles no me está evitando los desencantos.

No hace mucho he vuelto a percibir ese pellizco especial en la parte superior de mi estómago, y de repente, vuelvo a recordar lo fácil que es para mí bajar la guardia y dejar que los demás me engañen cuando, por afectos profundos surgidos de idealizar relaciones, decido confiar ciegamente en alguien que, humanamente, decide que mi cariño y amistad son fácilmente despistables si se sabe poner la cara adecuada y se me dicen las palabras que yo desearía oír.

Noto que este detector de mentiras desarrollado se hace cada vez más infalible....miro una foto descuidadamente y algún detalle llama mi atención....un color especial, una sombra, un efecto y, por arte de magia recuerdo esa misma flor, un día y quizás una hora que no deberían de coincidir tan asombrosamente. Y, de repente, el código binario no casa con el hexadecimal ni con la conjetura de goldbach sobre los números primos.

Se trata de una sensación física casi dolorosa que entra, como un sutnami, por la médula espinal y llega hasta los pulmones dejándote sin aliento. El corazón se acelera como si estuvieras en los últimos metros de tu carrera de 10  kilómetros y notas que los ojos se llenan de un líquido inflamable que llaman lágrimas....Otra decepción!...otro engaño sin sentido justo cuando dejas de ser egoísta y te permites el lujo de volver a soñar!

Odio ese detector de mentiras que se vuelve cada vez más sofisticado....envidio la tranquilidad de la esposa a la que, las infidelidades de su marido, pasan tan solo por ser una época de rarezas o de crisis programada por la década de años que toquen....como dice Lennon "Living is easy with eyes closed
misunderstanding all you see".

Pero dejando a un lado los fiascos amorosos, lo realmente preocupante del tema, es que todo esto que explico se traslada también al campo de esas amistades infalibles que te prometen estar a tu lado en las duras, las maduras y hasta en las que se deshacen.

Y después de mucho tiempo cultivando con todo tu afecto y sinceridad una relación sensata y cálida en la que entregas todo de tí (lo que eres, lo que fuiste, lo que deseas ser y lo que serás) un día esa neurona que todo lo analiza dentro de tu cerebro, vuelve a detectar el engaño...la mentira gratuita con la que, aquel que tu llamas "amigo y cómplice", decide que es más fácil crear un guión digno de Woody Allen que mirarte a los ojos y explicarte que, simplemente, algo ha cambiado.

Los que saben de mi vida y de mi forma de ser, conocen bien mi actitud sobre las responsabilidades y los errores propios....primero analizar los porqués, luego reconocer que siempre es mejor hacer frente a las consecuencias y finalmente tomar las decisiones oportunas para resolver el problema de forma definitiva. Es por ello que me cuesta tener a mi lado a personas que deseen mejor eludir las cuestiones o pretendan que la mentira es una buena herramienta para nadar, guardar la ropa y a la vez batir huevos.

Con la edad me he vuelto un poco menos vehemente...o será que la veteranaría y el sentido común me dicen que no merece la pena gastar ni palabras ni decepciones para recuperar a alguien que manifiesta con sus actos el no haberse molestado en conocerte en profundidad. Si lo hubiera intentado habría entendido lo difícil que le será volver a toparse con una mujer tan cómplice, tierna, empática y generosa como la que ha tratado de engañar....es como si se hubieran bajado del vagón de mi tren sin saber siquiera con quién han compartido viaje y demostrándome lo poco que han disfrutado de él.

Sin embargo....seamos sinceros...¿Realmente, no se miente por temor a perder lo que uno tiene en gran estima?..Me cuesta reconocerlo pero, pudiera ser que la mentira detectada fuera solo una demostración de lo valiosa que he llegado a ser para quien, simplemente, no ha sabido confiar en que mi amistad sería mil veces más grande que cualquier decepción que sus decisiones me hubieran podido ocasionar.

Por desgracia esto no va a evitar el dolor de perder por el camino a aquellos que consideré importantes en mi vida y a los que tanto cuidé y mimé para que fueran felices a mi lado.