Vistas de página en total

jueves, 4 de julio de 2013

SOBRE ANILLAS CAUTIVAS Y ALMAS ENCERRADAS



Tengo un amigo tornero del sur que, cuando menos lo espero, me deja lo que por estos lares llamamos "bocabadada" (sin palabras...boquiabierta). Tiene ese don desde que lo conocí en la red hace ya años, aunque no sé si es algo innato en él, o si fui yo la que le otorgó el privilegio de dejar sin palabras a una persona que tanto disfruta jugando con ellas (sobre esta habilidad mía, otro buen amigo, de no hace tanto tiempo, me llama generadora de contenidos o escultora de ideas...ya veis que tengo seguidores que, igual que cascabeles, saben hacerme sentir bien con sus elogios).

Ayer mismo publicó en su blog unas imágenes sobre el torneado de una pieza de madera que tenía unas anillas cautivas. En su momento, cuando vi por primera vez estas piezas en su tienda on line, le pregunté dónde estaba el truco, porque, por mucho que le diera vueltas a su confección, solo me parecía posible si se torneaba la anilla aparte y, posteriormente, se unía a la pieza desmontándola por algún sitio y volviéndola a pegar....Ya demuestro con ello la simplicidad de mi mente.

Pues nada de eso!....después de su explicación entendí claramente que, la técnica para realizar tal efecto, era de todo menos simple.

Mirando sus fotos me he quedado "pillada" pensando en el asombroso parecido que guardan estas anillas con algunas cosas de nuestra vida que son difíciles de explicar y que nos hacen sentir como si tuviéramos el alma encerrada en una existencia que nosotros mismos hemos construido poco a poco.

Siempre he pensado que los de mi generación (década más o década menos), hemos sufrido una imposición de tradiciones obsoletas unida a una cultura de restricción de la voluntad que nos impedía ver las cosas sencillamente. Y no hablo de religión o de política...sino de lo que hemos mamado en nuestra casa, en ocasiones a base de pescozones para la leche entrara mejor..., y cuya única finalidad era la de perpetuar situaciones ilógicas que nos afligían por dentro. Alguna de ellas no nos hacían daño..solo molestaban y aprendimos a soportarlas.

Con ello terminamos cautivos de "no quedar mal", de muchos "allá donde fueres..." o de terminar apelotonados como borregos en los sitios "a dónde va Vicente", aunque nos importara tan poquísimo lo que hicieran o dijeran los demás como lo que pensaran.

Los que me conocen de un modo más real que virtual, quizás no se lo crean con estas maneras tranquilas y sosegadas que gasto ahora, pero tengo que confesar que siempre fui una niña rebelde (con causa según creo). Y no era por llevar la contraria "porque sí"...siempre he necesitado entender los porqués de las cosas, habiendo sido muy complicado para mí acatar las normas por la única razón de que "se ha hecho siempre así".

Ni entendía por qué no podía jugar a indios y vaqueros, en vez de aburrirme soberanamente cambiando pañales a un muñeco insulso que ni eructaba ni lloraba cuando le daba con la cabeza en la mesa (upppsss!!!..no sé si confesar eso también....), ni comprendía por qué debía decir siempre "no, gracias...no tengo hambre", cuando me moría de ganas de comerme todo el bizcocho que me ofrecía la vecina.

Me subía a los árboles, en cuanto mis padres se despistaban un poco, sin importarme si se me veían las bragas con aquel vestido tan poco práctico para tal actividad.... Esperaba agazapada detrás de un hierbajo para cazar grillos en cuanto los oía cantar...Nada más ver caer dos gotas del cielo, y si mis padres no miraban, salía a la calle sin paraguas ni chubasquero para correr bajo la fría lluvia aun sabiendo que mi madre me calentaría luego haciendo uso de su mágica zapatilla.

Con la adolescencia, y las hormonas propias de un cuerpo que se prepara para ser madre en un futuro (en mi caso lo he dejado para otra reencarnación), el espíritu indómito se atemperó, empezando a entrar por el aro en cuestiones de ética y comportamiento, con el único fin de ser aceptada en una sociedad uniformada moralmente. Ahí es dónde comencé yo a tornear mis anillas cautivas... al encontrarme ante la disyuntiva de decidir entre ser y hacer lo que me hacía feliz, o hacer feliz a los demás convirtiéndome en lo que todos esperaban de mí.

El final de la película no os lo voy a contar en este post....ya lo hago poco a poco entre mis conjeturas si sabéis entreverlo...no?. Pero no me importa reconocer que, a veces, he anhelado tanto algunas cosas, que han dejado pedacitos de ilusiones encarceladas dentro de mí, a modo de esos anillos que tan magistralmente elabora mi amigo...sueltos en una pieza pero sin esperanza alguna de salir; en ocasiones se mueven y producen alegres sonidos cuando me agito...pero han quedado encerrados y oscilando alrededor de mi alma, sabiéndose imposibles de escapar.

A modo de cicatriz que engrosa la piel dónde una vez hubo herida, permanecen allí atrapadas e inmóviles..tan diferentes a nuestra propia vida que se diría que no forman parte de nuestra naturaleza aunque estén hechas de la misma pieza de madera y lleve sus idénticas vetas.

¡Cuántos deseos por cumplir quejándose y aprisionados en nosotros por no sentirnos libres para llevarlos a cabo!






2 comentarios:

  1. Asombroso lo que dan de si unas imágenes de unas anillas cautivas..... "sueltas de su misma pieza , hechas del mismo material pero sin esperanzas de salir"
    Esto precioso, por cierto es más complicado escribir esto que tornearlas, y el resultado más bonito. Gracias por dejarnos este post.
    Saludos desde el sur

    ResponderEliminar
  2. Te confieso como si estubieramos en una iglesia que yo me he dejado apratar por las anillas prisionera de todo lo que se esperaba de mi. Es cuestion de dejarse encarcelar con agrado y soñar con volar libre hacia la ansiada libertad. Me ha emocionado muchisimo tu reflexion. Un abrazo.

    ResponderEliminar