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martes, 30 de julio de 2013

GANAS DE TOCARTE (II). PAREDES EN COLOR MALVA

Sentada en el el alféizar de la ventana, oliendo los sonidos de la noche y mirando los sabores de una nueva ilusión, el alma me quemaba al saberte lejos y encarcelado. Te imaginaba mirando la misma luna que yo trataba de tocar y, mi absurda lógica, me decía que estábamos juntos si nuestra distancia hacia su luz era la misma desde tu lado del espejo que del mío.

Freddie Mercury me insistía en que el día comenzaría con cordura, pero mi desesperación iba más allá de tipos de mágia y de miradas doradas... así que empecé a diseñar un salto a la realidad en forma de mordisco que me permitiera comprobar tu verdadera hambre de mí.

Cuánto riesgo para mi salud mental; cuántas dudas sobre expresiones interpretadas desde la conciencia de una mujer descolocada que no se creía ni bella ni especial. ¿Habría entendido bien el idioma de tus palabras? ¿o en cambio quedaría como una tonta enamoradiza que solo escucha lo que quiere oír?

Tomé un sorbo de del brebaje absoluto de la inconsciencia y del atrevimiento e hice una maleta más absurda aún, llena de cosas que quería enseñarte antes de que me vieras; la piel de una mujer valiente y segura de lo que era, la mirada divertida de una niña que corre detrás de un conejo con reloj y los labios dulces de una amiga si miedo a mostrar su interior.

Así superé mi miedo a volar alto y me transporté bien arriba en el cielo para, al cabo de muchas horas, aterrizar suavemente en aquel palacio efímero que sería nuestra prisión durante unos cuantos días.

La guardiana del calabozo me vio bajar la escaleras y me nombró en voz alta, anunciando a los presentes que me disponía a entrar en el salón donde, atento y vigilante, tu andabas mirando todos los rostros femeninos con la esperanza de poder reconocer mi alma. Y en ese mismo momento, nuestras miradas quedaron enganchadas para siempre...tus ojos de mar interior y mis pupilas de tierra mojada por la lluvia no pudieron dejar de mirarse nunca más.

Tocaste mi anillo mágico mientras hablamos...tan solo para comprobar que mis manos temblaban debido a esa mezcla de miedo e ilusión de la que están rellenas todas las primeras veces...Tan solo conversamos....¿De qué versaba nuestra cháchara?...si tuviera que salvar mi alma a cambio de recordar únicamente una sola palabra de ella, seguro que terminaría condenada.

-Tengo las paredes pintadas de malva...es uno de mis colores favoritos- Vaya incoherente sentencia soltó mi nerviosismo....pero decidiste acompañarme a mirar esa tonalidad que tanto me gustaba porque, realmente, era lo que estabas deseando hacer desde hacía media hora.

Y mientras subíamos hasta nuestra celda,...sin esperarlo ni creer que alguna vez sucedería, un ladrón de corazones robó de mis labios un beso, matando así cualquier traza de sensatez que tuviera  aún el poder de hacerme huir de aquella locura.

Al llegar, te quedaste observando el purpúreo resplandor de la luz del día sobre las paredes pintadas de nuestra habitación; te acercaste a la ventana para, acto seguido, abrazarme tan fuerte que hubiera podido quedar atrapada dentro de tu pecho y de tu alma.

Fue hermosa aquella mañana de septiembre...de esas radiantes que quedan preñadas de felicidad e ilusión, dejando tatuadas sonrisas en mi cara y mis dedos impregnados  para siempre de unas maravillosas ganas de tocarte.


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