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domingo, 23 de junio de 2013

SUEÑO DE UNA NOCHE DE BRUJAS Y VUELOS IMPOSIBLES

El día se había levantado fresca como los días anteriores, pero al poco de dar las diez de la mañana, el calor ya anunciaba que pronto entraría en escena con temperaturas que me harían sacar el abanico más pronto que tarde.

Recorrí las calles de la ciudad para recrearme por última vez en ellas. Son muchos los recuerdos de paseos dados y de lo vivido en este cachito de tierra del sur que tanto me ha dado en las últimas horas. Pero ya eran casi las dos de la tarde y el sol con su fuerza empezaba a aplastar la poca voluntad de curiosidad que me quedaba.

Las terracitas con buena sombra estaban llenas de familias vestidas de domingo, refrescando la hora de comer y complementando unas espumosas cervezas con esas estupendas tapas que el ingenio de mi tierra ha hecho universales.

En el bar Juan me esperaba una mesa vacía resplandeciente preparada para saciar mi apetito y sed tal y como llevaba haciéndolo en los últimos tres días. Este rincón se había convertido en el punto final de mi ruta gastronómica por su cercanía al frescor de la que, durante este viaje, se ha convertido en mi casa.

Antonio, como buen camarero de estas tierras, el primer día me preguntó que quería tomar, el segundo lo insinuó...y el tercero simplemente lanzó un "lo de siempre?". Me parece simpático que en solo tres visitas ya recuerde mis gustos y que, casi religiosamente, me traiga ese tinto de verano con limón acompañado de una tapita de caracoles chicos (cómo los voy a echar de menos!).

Mientras, como de costumbre, saqué mi cuaderno de viaje y comencé a describir el paseo del día, algunas impresiones sobre la gente que había estando observando en jardines y plazas y, por añadidura, esos pensamientos que no me gusta dejar que se volatilicen. 

Andaba mi copa a un nivel por debajo de los cubitos de hielo que la enfriaban, cuando Antonio vino con otra bebida igual y un plato de gambas fritas crujientes y sabrosas. Le miré a los ojos con extrañeza; no solo no había pedido nada sino que me asombré de ver que se había anticipado a un deseo que había comenzado a nacer hacía 30 segundos en mi mente.

Le dí las gracias y él me devolvió la sonrisa con un "esta es especial para la escritora, espero que el bueno de la novela haya conseguido ya a la chica".

No pude evitar reírme... le contesté que era un diario de viaje y no una novela pero que, en el caso de que escribiera una historia, el sería uno de los personajes...el camarero que aparece en el momento adecuado en que la trama se comienza a desarrollar.

Pagué la consumición y me dirigí (muy alegre...eso sí!) hacia mi habitación fresca y en penumbra para dormir ese sopor que comenzaba a arrebatarme.

La cama con sábanas blancas y limpias alargaron sus brazos para mecerme y sumirme en un sueño deseado y reparador (pero algo extraño) en el que no tardé en caer.

Una rara ensoñación me llevó a un sitio que no conocía dentro de un castillo con cuatro almenas y sobre el que relucía una deslumbrante luna llena. Al traspasar la alta puerta norte, un hombre con un móvil rojo salió a mi paso acompañándome e  iluminando con la luz de su terminal el camino por el patio de armas

Mi ropa cómoda de mallas negras y camisa amplia roja habían desaparecido y en su lugar mi cuerpo estaba cubierto de un largo y sedoso vestido negro lleno de gasas y tules que ondeaban a cada paso que daba, ciñéndose a mis caderas y piernas con una sensación de caricias voluptuosas.

Mi acompañante tenía los ojos de un extraño color que me obligaba a mirarlos continuamente y que me resultaron harto familiares. ¿Dónde había yo visto antes esa mirada?..¿Y esas manos que tan firmemente rodeaban mi cintura? ¿Eran suyas las caricias que estaba sintiendo?.

Al llegar al centro del patio encontré una mesa a la que estaban sentadas 6 mujeres vestidas con ropas parecidas a las mías..que reían y tomaban bebidas de colores que iban desde el amarillo limón hasta el azul verdoso. Mi acompañante me invitó a sentarme en la cabecera y rodeándola hasta llegar al otro lado, tomó asiento en el sitio opuesto al mío.

La mujer que se sentaba a mi izquierda me ofreció una copa de cristal con una bebida de color violeta que burbujeaba y emitía vapores que, nada más ascender un poco, emitían sonidos dulces y canciones maravillosas que nunca había oído.

Bebí de aquel brebaje que sabía a moras de verano y aceite de oliva con una pizca de canela y comino. La combinación tal y como la describo podría dar a entender que tenía un sabor horrible...pero no era así, porque al llegar a mi boca los aromas estallaban en mi lengua produciéndome un placer que nunca antes había experimentado. Pero, cosa extraña, a la vez que bebía, mi cuerpo se elevaba del asiento descubriéndome un deseo irrefrenable de volar....No me reprimí.

Aquel extraño hombre me tomó de su mano y voló a mi lado durante horas...cuando cogía mi talle o rozaba mi cuello una explosión de deseo se desencadenaba en mí llevándome hasta un éxtasis jamás vivido ni en sueños.

Me enredé en su cuerpo y me dejé llevar..su boca se unió a la mía para introducir en ella suspiros especiados con gusto a vainilla, clavo e hinojo durante todo el ascenso que hicimos hasta alcanzar la cara oculta de la luna.

Una vez allí, me posó suavemente sobre la superficie, me desnudó sin tocarme siquiera y con la punta de sus dedos, que parecían quemarme, acarició cada centímetro cuadrado del mi cuerpo.

Caí en un delirio místico provocado por el placer recibido mientras sus ojos seguían clavados en los míos de forma tan insistente que notaba que penetraban en mi cerebro....me desmayé de puro gozo.

Me he despertado de esta rarísima siesta de verano y la luna de San Juan ya ha perecido luciendo grande, rojiza y brillante sobre el cielo...reflejando su luz a través de la ventana sobre mi cuerpo que se encuentra desnudo sobre la cama.

No sé que ha pasado; ha sido un sueño insólito que me ha dejado atónita...plácidamente cansada y con marcas moradas sobre la piel en la que se distinguen visiblemente señales de dedos sobre mis pechos, cadera y brazos. No sé dónde he estado ni porque he despertado desnuda...solo sé que la luna me mira desde el firmamento estrellado y parece llamarme a su lado esta noche llena de magia blanca y deseos cumplidos.

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